Se dice que la efectividad de un sistema de ventas y publicidad se alcanza gracias a una imagen adecuada y el correcto desempeño de sus colaboradores, y godard! no es la excepción. En esta oportunidad, conoceremos a dos jóvenes de un papel importantísimo en nuestro ciclo organizado en el Centro Cultural de España, y que quizá ustedes ya tengan el gusto de conocer.
Sus nombres, Nailú Oyola y Milena Medina. Ninguna supera los 19 años y cursan juntas la carrera de Ciencias de la Comunicación. Están encargadas de promocionar la revista e informar a los interesados sobre las suscripciones y los eventos próximos a realizarse, además de regalar sonrisas a los presentes.
Sus nombres, Nailú Oyola y Milena Medina. Ninguna supera los 19 años y cursan juntas la carrera de Ciencias de la Comunicación. Están encargadas de promocionar la revista e informar a los interesados sobre las suscripciones y los eventos próximos a realizarse, además de regalar sonrisas a los presentes.
Haciendo gala de sus dotes publicitarios, Milena nos invita a comprar la revista, “no solo porque es peruana (…) sino que además es una publicación que da muchas oportunidades a jóvenes talentos”. Por su parte, Nailú destaca los beneficios adicionales que implica suscribirse a la revista: “Tienes la ventaja de recibir una revista muy completa en tu casa y cuatro veces al año. Puedes participar de las funciones especiales que lanzamos y, sobre todo, una oportunidad de acercamiento a la cultura del cine”.
Ambas brindan testimonios apurados. Están siempre atendiendo las consultas del público, manteniendo debates y conversaciones hasta con los cinéfilos más interesados, y recibiendo curiosas propuestas –como nos cuentan– incluso para ser promocionadas como actrices. Si es usted de los que no decide comprar o suscribirse a godard!, lo invitamos a visitarnos y conocer a Milena y Nailú. Usted saldrá convencido. Se lo advertimos. (José Miguel Paiva)
Crítica: El Mensajero
Ambas brindan testimonios apurados. Están siempre atendiendo las consultas del público, manteniendo debates y conversaciones hasta con los cinéfilos más interesados, y recibiendo curiosas propuestas –como nos cuentan– incluso para ser promocionadas como actrices. Si es usted de los que no decide comprar o suscribirse a godard!, lo invitamos a visitarnos y conocer a Milena y Nailú. Usted saldrá convencido. Se lo advertimos. (José Miguel Paiva)
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Crítica: El Mensajero
En El Mensajero, la relación de creatividad y respeto entre Losey y Harold Pinter acierta nuevamente con una fórmula ganadora (Cannes, 1971). La novela de H.P Hartley fue víctima feliz de la pluma de Pinter y su magistral capacidad de adaptar la literatura al cine, pluma que pintó a través de los ojos de Losey, una hermosa cinta, que sin embargo, no tiene un final feliz porque no lo necesita.
La eficacia cinematográfica de El Mensajero se vale por sí misma desde el primer minuto en que un lluvia fría como gotas de plomo golpea la pantalla al compás de un piano, que grita belleza y desolación. Naturalmente, Michel Legrand (Los Paraguas de Cherburgo, Un Final Feliz), reconocido compositor y pianista francés, se une a la dupla Losey-Pinter, para a sus ideas darle voz.
La predilección de Losey por la crítica a las costumbres anquilosadas y manieristas de la sociedad inglesa –que a él mismo le tocó vivir– se presenta nuevamente, solo que esta vez en su consecuencia máxima de angustia, tragedia y dolor.
No obstante, cerca del final, un halo de luz parece penetrar en la cámara de Losey, cuando impulsado por su búsqueda de la dimensión real humana y sus características inherentes, deja muestras de optimismo, dándole a sus personajes la oportunidad de redimirse en el tiempo, casi en el ocaso de sus vidas. Una cinta muy propia y que gana cariño, a la vez que nos va desgarrando el corazón. (Renzo Rodríguez)
Crónica
La eficacia cinematográfica de El Mensajero se vale por sí misma desde el primer minuto en que un lluvia fría como gotas de plomo golpea la pantalla al compás de un piano, que grita belleza y desolación. Naturalmente, Michel Legrand (Los Paraguas de Cherburgo, Un Final Feliz), reconocido compositor y pianista francés, se une a la dupla Losey-Pinter, para a sus ideas darle voz.
La predilección de Losey por la crítica a las costumbres anquilosadas y manieristas de la sociedad inglesa –que a él mismo le tocó vivir– se presenta nuevamente, solo que esta vez en su consecuencia máxima de angustia, tragedia y dolor.
No obstante, cerca del final, un halo de luz parece penetrar en la cámara de Losey, cuando impulsado por su búsqueda de la dimensión real humana y sus características inherentes, deja muestras de optimismo, dándole a sus personajes la oportunidad de redimirse en el tiempo, casi en el ocaso de sus vidas. Una cinta muy propia y que gana cariño, a la vez que nos va desgarrando el corazón. (Renzo Rodríguez)
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Crónica
Domingo, día de descanso en el que muchos se guardan para empezar relajados una nueva semana de jornada, relajo que algunos encuentran en el Centro Cultural España.
Unas treinta personas hacen fila esperando las 4 de la tarde para correr y encontrar un buen asiento, mientras dos señores de unos 60 años hablan de las pasadas funciones presentadas, entre ellas la que “barrió a todas”: El Gabinete del Doctor Caligari.
Un ambiente acogedor, luces tenues y un buen asiento, la sala de proyección siempre lista para acoger a sus invitados. Señoras de edad se guardan sitio para no perderse de la función. El Mensajero es la primera película de este día, un filme de Losey con una compleja e intrincada narración, pero “simplemente magnifica”, como señalan algunos asistentes.
Para la segunda función, El otro señor Klein, también de Losey, solo queda dar la vuelta a la manzana y formarse, pero esta vez la espera es corta. Seis en punto, Alain Delon saca una sonrisa a las señoras que prefirieron quedarse y no ir a misa. A pesar de la pequeña falla técnica con el subtitulo, nadie quería moverse. ¿Qué son 5 minutos más?
Satisfacción, alegría, cansancio. El otro señor Klein deja a todos impactados con su frialdad y soberbio final, entre irónico y fatalista, en el que se diría que cuando el humanismo desaparece, todos nos convertimos en víctimas. El público siente lastima por Robert Klein, pero aun así comentan entra risas, que hay que tener cuidado con los homónimos. Perfecto final que incentiva el inicio de una nueva semana, siempre y cuando, haya buenas películas. (Fresia Rodríguez Villanueva)
Unas treinta personas hacen fila esperando las 4 de la tarde para correr y encontrar un buen asiento, mientras dos señores de unos 60 años hablan de las pasadas funciones presentadas, entre ellas la que “barrió a todas”: El Gabinete del Doctor Caligari.
Un ambiente acogedor, luces tenues y un buen asiento, la sala de proyección siempre lista para acoger a sus invitados. Señoras de edad se guardan sitio para no perderse de la función. El Mensajero es la primera película de este día, un filme de Losey con una compleja e intrincada narración, pero “simplemente magnifica”, como señalan algunos asistentes.
Para la segunda función, El otro señor Klein, también de Losey, solo queda dar la vuelta a la manzana y formarse, pero esta vez la espera es corta. Seis en punto, Alain Delon saca una sonrisa a las señoras que prefirieron quedarse y no ir a misa. A pesar de la pequeña falla técnica con el subtitulo, nadie quería moverse. ¿Qué son 5 minutos más?
Satisfacción, alegría, cansancio. El otro señor Klein deja a todos impactados con su frialdad y soberbio final, entre irónico y fatalista, en el que se diría que cuando el humanismo desaparece, todos nos convertimos en víctimas. El público siente lastima por Robert Klein, pero aun así comentan entra risas, que hay que tener cuidado con los homónimos. Perfecto final que incentiva el inicio de una nueva semana, siempre y cuando, haya buenas películas. (Fresia Rodríguez Villanueva)
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