lunes, 28 de diciembre de 2009

24° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata

El autor es la estrella

Llega desde Argentina nuestra cobertura anual del Festival de Mar del Plata en dos capítulos exclusivos para el blog de godard!


I.

"Las estrellas son las películas". Este fue el lema que legitimó el "24° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata". Como siempre, y a pesar de la austeridad con la que se desarrolló esta nueva edición, la programación contó con títulos de importantes realizadores esperados por el público local. En distintas secciones, pudieron apreciarse sus más recientes trabajos que fueron clasificados según sus intenciones formales, manifestaciones de género y búsquedas personales. Destacaron jóvenes promesas como Pascal Alex-Vincent con Donne-moi la Main (acerca de unos hermanos gemelos en un viaje de iniciación sexual); Duncan Jones con Moon (un homenaje a la sci-fi de solitarios lunares a merced de especulaciones corporativas); Jonathan Caouette (contundente en la democratización del rock con su All Tomorrow's Parties) y Damien Chazelle (un alquimista en Guy and Madeline on a Park Bench); se tomó contacto con el legado de Jim Henson y Javier Fesser y pudo aprovecharse algún que otro clásico desempolvado para la ocasión.


Como siempre, hay autores que no pueden pasarse por alto y merecen una atención especial por el impacto que suelen causar en el público de distintas edades. En este informe, hay lugar para consagrados y noveles, por innovadores y polémicos. Es el caso de
Anticristo, la película que más se puede aproximar a un grito. Tal afirmación no es caprichosa y proviene del asombroso diálogo que Lars Von Trier entablara con Knud Romer Jorgensen (de destacada actuación en Los Idiotas). En base a inquietantes preguntas y fatales respuestas, salieron a relucir los temores presentes del realizador, y cierta fascinación por el trabajo con los géneros y la voluntad de manejar las imágenes a su antojo. La historia es simple: un matrimonio pierde a su pequeño hijo y su estabilidad emocional se pone a prueba. La excusa perfecta para que un devoto confeso de la obra de Strindberg someta al espectador a algo parecido al infierno en la tierra. Un compendio de arrebatos sexuales, miedos ancestrales, autoflagelaciones y conductas paroxísticas se desatan por la autoridad paterna: un psiquiatra que buscando la contención de su esposa propicia el pandemonio. Al igual que en Vinyan (donde Fabrice Du Welz escenifica el tedio matrimonial apelando a "El corazón de las tinieblas") todo se resume en tres preceptos: duelo, dolor y desesperación. El trabajo visceral de Charlotte Gainsbourg (similar al de Isabelle Adjani en Posesión de Andrzej Zulawski) le valió el Premio a la Interpretación Femenina en Cannes y la performance de Willem Dafoe puede ser percibida como una vuelta de tuerca sobre su rol en La Última Tentación de Cristo. Sin embargo, lo que más impacta de Anticristo es la capacidad de Von Trier de manipular al público. Las innumerables lecturas que genera el film van desde una aproximación al universo jungiano, la alusión a la adoración de los tres mendigos, la intromisión de la brujería como recurso analítico e inevitables influencias literarias y cinéfilas del director. Esta elocuencia estilística puede molestar a más de un crítico acostumbrado a un cine de corte social, adocenado y sin un ápice de exabruptos, pero siempre habrá adeptos dispuestos a atesorar este tipo de manifestaciones. Y si no hay tregua, queda la posibilidad de adentrarse en los sinuosos laberintos de Anticristo en clave autobiográfica: "ésta era una película de emergencia' para mí...debía hacer algo o me quedaba en la cama contemplando la pared", dice Von Trier. Con esta afirmación, el hecho artístico queda saldado.

Siguiendo los pasos sanadores del cineasta danés, Alain Cavalier da forma a la pérdida en la sombría e inquietante Irene; una evocación perturbadora sobre su febril y enigmática compañera Irène Tunc, fallecida en 1972. En la aparente serenidad poética del relato, se vislumbra la fascinación y perplejidad que esta mujer causó en los hechos creativos del realizador. Conocida por pocos, Irène Tunc logró el título de "Miss Francia" en 1954 y fue actriz de películas que quedaron en la retina de admiradores del cine europeo de esa época, sirviendo de fuente de inspiración de muchos trabajos de Cavalier. Se la pudo ver en Afrodita, Diosa del Amor (1958); Un cura (Jean-Pierre Melville) y Las Dos Inglesas (Francois Truffaut). En La Chamade (1968), y a pesar de la adaptación de Francoise Sagan de su propia novela, Cavalier llega a incorporar una situación acontecida en su tarea cotidiana autoral, como marca referencial de su atribulado vínculo sentimental. Esta circunstancia conmovedora (donde se habla de rapto y ausencia), fuerza el carácter sinuoso de esta obsesiva búsqueda del tiempo perdido donde se alude, una y otra vez, al repentino deceso cargado de momentos furtivos y sentimientos de culpa. Bajo los ribetes de un diario atemporal y necesario, Cavalier va registrando calles, casas y objetos personales con el fin de trascender la muerte como algo físico e irreparable. Hasta se permite imaginar una ficción futura, valiéndose de una foto de Sophie Marceau. Sin dudas, una lección de cine donde se abandonan los tecnicismos con el fin de perpetuar al ser amado.

Curiosamente, otro documental examina lo inacabado desde una perspectiva diferente aunque no menos agónica: L'Enfer d' Henri-Georges Clouzot revisa los curiosos pormenores que ocasionaron la cancelación del ambicioso proyecto que reuniera a Serge Reggiani y Romy Schneider de la mano del iconoclasta director francés. Conocido por su cambiante carácter, su caprichosa forma de conducirse en el set y su visceralidad a la hora de imponer sus criterios artísticos, Clouzot había jugado todas sus fichas a que su nuevo film generaría una bisagra temporal en la concepción audiovisual de sus contemporáneos. Sin embargo, y como sucediera en El Estado de las Cosas, por incompatibilidades, dudas creativas y deserciones, la película jamás se concretó. De la mano de Serge Bromberg y Ruxandra Medréa, hoy se pueden conocer los vestigios de lo que no fue y lamentar que tales experimentaciones no hayan visto la luz. Un muestrario de precisos storyboards, infinitas pruebas de vestuario, juegos caleidoscópicos de avant-garde, insolentes indicaciones actorales y una historia donde los celos lo entorpecen todo, hacen de L'Enfer un deleite para masoquistas. La historia pudo ser recreada por Claude Chabrol, treinta años después, con Emmanuelle Béart y Francois Cluzet, pero este acto de buena voluntad no resulta suficiente. Este paseo incómodo por los procedimientos sinuosos y arbitrarios de Clouzot (reseñado por sus más cercanos colaboradores, desde Costa-Gavras pasando por la afamada Thi Lan Nguyen) no hacen más que confirmar que su fama era insoslayable y merecida. Los close-up devotos y obsesivos dedicados a Romy Schneider pueden indicar cierta patología propensa a la neurosis pero... ¿no es excusable?...En estos casos, mi pulgar siempre apuntará hacia arriba.


Algo parecido me sucede con
Jacques Rivette. Debo confesar que 36 Vues du Pic Saint-Loup no me impactó tanto como la bella y refinada Ne touchez pas la hache o La Duquesa de Langeais (adaptación de Balzac de una historia de amor imposible). Pero, en honor a la verdad, la colaboración con Christine Laurent y Pascal Bonitzer rinde buenos frutos (incluímos aquí Vete a Saber y La Historia de Marie y Julien). Comparte con Clouzot a William Lubtchansky, su fotógrafo favorito y lo que podríamos denominar "una broma del destino" al narrar el encuentro fortuito de dos seres a la deriva: un despreocupado viajero italiano (Sergio Castellito) y una mujer que vuelve al circo de su padre (una otoñal Jane Birkin). Más allá de una atracción inicial, su repentina unión de voluntades presupone cuentas pendientes que deberán ser saldadas. Breve, concisa, sorprende por su rigor expresivo y una puesta en escena abandonada por muchos directores actuales: la del 'juego de representaciones' (se me ocurre La Escurridiza de Abdel Kechiche o Cantando Dietro i Paraventi de Ermanno Olmi como casos excepcionales). La mejor opción, si se tiene en cuenta que Rivette es fiel a sí mismo. La idea del 'viaje iniciático' como factor de sanación de voluntades quebradas y los cruces entre realidad y fantasía para morigerar conductas rutinarias han constituido el leitmotiv de muchas de sus historias (por ejemplo Céline y Julia Van en Barco donde asoma la tradición de los cuentos infantiles; Merry-Go-Round, metáfora del desencuentro; Le Pont du Nord, sobre el deambular de dos mujeres asociales o El Amor por Tierra, mezcla de ensayos teatrales; espectros y habitaciones prohibidas). 36 Vues du Pic Saint-Loup no es la excepción y a pesar de muchos que le reclaman una renovación. ¿Por qué debería hacerlo? Combinar ascetismo con picardía y amour fou con tramas detectivescas es su marca registrada. Y no cualquiera tiene el pulso suficiente para lograr un buen trazo.

Mencionar La Escurridiza me trae a colación Yuki & Nina de Hyppolyte Girardot y Nobuhiro Suwa. Un examen implacable de la incomprensión de los adultos en el vínculo con sus pequeños hijos. Realizada con procedimientos al estilo de Jacques Doillon, sorprende el trabajo actoral de las niñas que, en su mundo imaginario, intentan lidiar con la inevitable separación de los progenitores de una de ellas. Un futuro viaje a Japón (que Yuki desea evitar a toda costa por apego a su mejor amiga) sirve para registrar la desolación y el abandono al que se ve expuesto un menor que no comprende las decisiones de sus mayores. El candor y la inocencia de las criaturas se pone de manifiesto en las quimeras que elucubran para lograr lo imposible: unir un matrimonio hecho trizas a través de obsequios artesanales; corazones dibujados y cartas de amor. Estos detalles mágicos y desesperados (como la huída al bosque para emanciparse) determinan la riqueza argumental sobre la que descansa el film. Suwa conoce el tema a la perfección ya que ha incursionado, en más de una oportunidad, en los problemas de pareja trabajando el punto de vista del otro. La desintegración familiar es el epicentro de sus historias pero en Yuki & Nina la trata desde la óptica del infante. Tarea difícil resuelta con creces.

Hablando de disfuncionalidades, Dogtooth de Giorgos Lanthimos desató todo tipo de comentarios. Un industrial somete a su familia a una suerte de reino del revés donde la lógica del mundo exterior pierde todo tipo de significación. Oda al encierro y a la sumisión, el filme puede ser percibido como una crítica al conservadurismo europeo y al control ejercido sobre la libertad de pensamiento de los menores. Sin embargo, en un juicio a priori, recordé El Castillo de la Pureza y la forma en que Ripstein manejó el sadismo impuesto por la autoridad patriarcal a su mansa prole. Aquí, los rehenes son adultos que obedecen mandatos malsanos aceptando historias inverosímiles; vínculos incestuosos y definiciones perversas. Un gato se vuelve el propiciador de posibles asesinatos y un simple objeto se canjea por prácticas sexuales desconocidas. Para Lanthimos, todo es válido y no hay que buscar una explicación concreta. Dogtooth define la incertidumbre de quien crece en el seno de la comunidad griega y no sabe manifestarse fuera de la 'dependencia' del vínculo. Por extensión, una reflexión sobre como los líderes de grupo imponen reglas sin permitir disensos. M. Night Shyamalan en La Aldea o Peter Weir en The Truman Show lo hicieron a su modo. En todos, el muro es el elemento catalizador de la inacción aunque la visión cínica y desesperanzada de Lanthimos (cercana a Haneke) invita a reflexionar de un modo interactivo y sin prejuicios previos.


Todd Solondz en
Life During Wartime asume esta posición, volviendo a sus viejas obsesiones en formato soap opera. Suerte de La Caldera del Diablo con aroma a Woody Allen, sorprende la habilidad con que el director maneja lo narrativo de forma tal que lo patético se vuelve grácil. Los tabúes sociales del norteamericano promedio forman parte de la práctica habitual de sus personajes; en un desayuno o una cena, discurren temas como el suicidio, las adicciones o la pedofilia. Pero, el asfixiante microcosmos que arma en derredor de sus historias de amor y perdición es el que lo convierte en un iconoclasta. Olvidamos que Paul Reubens fue Pee Wee Herman o Charlotte Rampling una musa del cine de autor porque las composiciones sufren un proceso de transfiguración cautivante en pos de un distanciamiento crítico. Sin lugar a dudas, el rey de la tragicomedia contemporánea donde la conmiseración y la expiación no son moneda corriente.

Silvia G. Romero


II.

De entre toda la marea de películas del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata edición 2009 pueden rescatarse varias. Como sucede en todo suceso de este tipo, no todo lo que brilla es oro y aparecen más vidrios pulidos que diamantes, pero una escueta y sucinta mirada revela entre lo más interesante a Camino, de Javier Fesser (realizador invitado y del cual pudo seguirse su retrospectiva), y Madre de Boon Joon Ho (una de las mejores cintas de la competencia oficial).

La primera escena del filme de Fesser nos muestra a Camino (Nerea Camacho), de 11 años, enferma terminal de cáncer que en su lecho de muerte está rodeada por su madre Gloria (Carme Elias), un par de curas y casi todo el plantel médico del hospital de Pamplona donde la han internado. En un lapso de agonía, la niña pregunta si podrá estar "en la obra" (“la obra", en la jerga, es el Opus Dei, el movimiento fundado por el cura católico Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928), como respuesta, el cura que le ha dado la extrema unción (Jordi Dauder, caracterizado como Escrivá Balaguer) saca una estampita de "San Josemaría" y se la apoya en el pecho. De ahí en más comienza un flashback, la película nos retrotrae a 5 meses antes, cuando la niña aún tenía cabello, salud, e ilusiones. Como otras niñas de su edad, ella asiste a un colegio católico y se interesa por las mismas cosas que sus amigas, como ingresar a un grupo de expresión corporal y teatro que un profesor arma fuera del horario escolar, al que asiste Cuco (Lucas Manzano), un niño por el que se siente atraída. Se reconstruye la relación con su dominante madre, convencida de que nada es lo suficientemente grave como para levantar la mínima duda sobre la Voluntad de Dios o sobre las instrucciones de los curas del Opus, que le "aconsejan" lo mejor para ellos (en este caso, "aconsejar" es un eufemismo para describir la presión con que se suele manipular psicológicamente a los miembros de dicha secta). El cuadro familiar se completa con un padre de buena voluntad pero indeciso (Mariano Venancio), una hermana mayor ausente que ha ingresado como "numeraria" en el seno de la organización (Manuela Vellés) y algunas imágenes que pueblan las fantasías oníricas de Camino, como una especie de duende llamado Mr. Meebles o un espantoso ángel de la guarda. El director Javier Fesser no deja ni un minuto librado al azar, y cada diálogo, cada personaje secundario o cada situación tiende a mostrar la sutil pero permanente lucha entre madre e hija, entre la fuerza negativa del fanatismo religioso y la muerte, contra la fuerza del amor, la adolescencia y la vida.

A pesar de lo sobrecargado de la trama, los personajes del Opus no están demonizados ni aparecen efectuando cruentos rituales, como en filmes falsamente polémicos como El Código Da Vinci, que el Vaticano sugirió a sus fieles no ver debido a la falsa imagen que pretendía imprimir de dicha organización. Si bien es cierto que a un espectador desprevenido le puedan caer pesados los padres del Opus que se muestran en la película, una segunda lectura de la trama tiene más relación con esas viejas películas estilo La Profecía en que cualquier individuo que se opusiera a los satánicos designios del Anticristo, terminaba atravesado con un pararrayos o con su cabecita cercenada por un panel de cristal. Cualquier persona o elemento que se interponga en la voluntad del Señor, en esta analogía, es simplemente quitado del camino. ¿Qué mejor lectura para ensalzar el poder del Señor y conciliar la perspectiva del Opus y del católico común y silvestre?


Madre
de Bong Joon-Ho. Un joven medio lelo llamado Do-Joon (Won Bin) es golpeado por un Mercedes Benz que se da a la fuga. Su sobreprotectora madre (Kim Hye-Ja) se altera y corre en su ayuda. Do-Joon y su amigo Jin-Tae rastrean el automóvil y llegan a un club de golf, donde se introducen y atacan a tres o cuatro golfistas uno de los cuales sería el conductor. Todos terminan en la comisaría, donde un inspector trata de apaciguar el revuelo. Por la noche, Do-Joon se embriaga y al regresar a su hogar, se ve atraído por una colegiala que deambula por la noche. Al otro día la chica aparece muerta, asesinada, en la terraza de una casa abandonada. En el lugar encuentran un rastro de la presencia de Do-Joon con lo que la policía lo interroga y arresta como responsable. A todo esto, la madre de Do-Joon comienza a realizar todo tipo de averiguaciones, primero con el inspector, luego con un abogado y finalmente por si misma, con tal de sacar de la cárcel a su hijo. ¿Podrá esta Miss Marple surcoreana descubrir la verdad sobre el asesinato de la joven estudiante? ¿Logrará encontrar alguna pista soslayada por la policía? ¿Encontrará al verdadero asesino? Sin dudas cumplirá todas estas asignaciones y más, pero a costa de un largo aprendizaje que va progresando a medida que la película va cambiando de registros y géneros. Previamente su director, Bong Joon-Ho, había brindado esa revisión del cine de monstruo gigante, The Host, que impregnó con una dosis continua de comedia y sátira. Similar dosis acompaña el relato de la madre que investiga, sin embargo, el foco de interés gira en torno a un elemento ya planteado en su otra película previa, Crónica de un asesino en serie: la memoria. En una escena, la Madre indica a su hijo un ejercicio que supuestamente le hará recordar aquellas imágenes que su ebriedad borró. Repitiendo ese ejercicio (que consiste en frotarse las sienes con los dedos), Do-Joon recuerda... pero nada precisamente útil para esclarecer el caso. Es su obsesiva madre quien lleva hasta sus últimas consecuencias la búsqueda de recuerdos y retazos de memorias con tal de lograr su meta. La investigación se aleja lo más posible del lugar común del típico cine de "buscando pruebas de su inocencia" - que el cine norteamericano convirtió en cliché ya antes de la era del sonoro- y logra un auténtico hallazgo: que al descubrir la verdad, ni la Madre ni el espectador quieran creerla. Al igual que la madre de Camino, personajes muy fuertes que son sufridos de una u otra manera por sus hijos.

En Ricky de François Ozon, más allá de la obvia y ñoña comparación que puede surgir con Tobi, el Niño con Alas (1978) que dirigiera Antonio Mercero, Ricky vuela con envión propio. Ozon regresa al terreno del cuento pervertido, tal cual lo había hecho con Amantes Criminales (1999). La joven madre soltera Katie (Alexandra Lamy), que ya tiene una nena a cuestas (Mélusine Mayance), se enamora de Paco (Sergi López), un compañero de trabajo con quien sale y rápidamente convive. Katie queda embarazada y todo marcha bien hasta que el bebé nace y ambos progenitores deben repartirse para cuidarlo y continuar trabajando. Ricky (un rechonchito Arthur Peyret) es un bebé simpaticón, tierno y saludable, como la mayoría de los críos, pero algo anda mal porque se la pasa llorando. El motivo de ese llanto es que sufre la aparición de unas protuberancias en la espalda que, con el correr de los días, evolucionan en alas con auténticas plumas. La pareja se separa, y Katie debe arreglárselas con su hija Lisa para cuidar al bebé, siempre tratando de mantener oculto el tema de las alitas para evitar llamar la atención de los demás. Las madres usualmente tienen bastante trabajo en prevenir que sus bebés, ni bien aprender a gatear, se escapen fuera de su radio de acción. La problemática es superlativa cuando el bebé en cuestión en vez de gatear, es capaz de volar. Ozon se las ingenia para hablar del pánico a la paternidad/maternidad por un lado, la dificultad de las relaciones de pareja actuales y se adentra en el tema de la evolución/involución. Ricky es un “niño índigo”, como sucedía con el español Tobi, ambos tienen algo de lo que las alas son solamente una manifestación exterior, una excusa para presentar la diferencia y la necesidad de volar con lo que ello indica: el dominio del aire, el crecer hacia arriba, la evolución continua.

Algunas secuencias que nos sumergen en el laberinto de una madre soltera que intenta insertar una figura paterna en su familia parecen de un oscuro drama psicológico sin salida y escena con el chiquillo perdido en un supermercado, nos remite directamente al cine familiar americano. Ozon va armando un rompecabezas cuya última pieza debe ser completada por el espectador, cada uno ve lo que puede o quiere. El balance es positivo.

Un Profeta de Jacques Audiard, inicia con el ingreso a una prisión francesa de Malik (Tahar Rahim), un joven árabe inmigrante que resalta por su ausencia de identidad étnica o cultural propia. A poco de ingresar se percata de la situación: si quiere cumplir su condena de 6 años y sobrevivir va a necesitar protección. Quien se la ofrece es Cesar (Niels Arestrup), jefe de la mafia de los corsos con jurisdicción tanto dentro del penal como en el exterior. El problema es que Malik tiene que cumplir un "favor" para Cesar, que consiste en liquidar a un recluso árabe llamado Reyeb (Hichem Yacoubi). Hasta aquí es una historia de prisioneros con personajes y misiones bien definidas. Superada esta instancia, Malik avanza como peón de Cesar, más tarde como mandadero en sus salidas semanales por buena conducta y, posteriormente, como "cuentapropista", llevando a cabo negocios para sí mismo y con su secuaz y amigo Ryad (Adel Bencherif), afectado de cáncer de testículos y con poco hilo en su carretel de la vida. La película se extiende durante dos horas y media, lo que da tiempo al director Jacques Audiard de poner en pantalla escenas de gran violencia, momentos ligeramente épicos, conflictos humanos y un ajedrez en que evolucionan tres diferentes tipologías que coexisten en la misma prisión: árabes, corsos y gitanos. A la manera de los sicilianos, judíos e irlandeses que se desenvolvían en El padrino de Coppola, estos seres interactúan llevados por los más íntimos y humanos impulsos: racismo y codicia. A pesar de una cámara inquieta, casi documental, que acentúa la opresión y el clima sórdido del pabellón, hay momentos puramente cinematográficos, en que podemos descubrir que las estupendas dotes plásticas del director van de la mano de su magnético poder narrativo.


Finalmente, una sección también muy positiva fue la que se basó en filmes basados en Georges Simenon de ahí, el ya clásico Monsieur Hire (1989) de Patrice Leconte. Monsieur Hire (Michel Blanc en sensible caracterización), un sastre de barrio, calvo, de contextura débil, enclenque, vive solo su apartamento. Hire además de cuidar amorosamente a una docena de hámsteres, se dedica obsesivamente a observar por la ventana todo lo que acontece a sus vecinos. El voyeurismo requiere, para llevarse a cabo de manera aceptable, de un afinado sentido de la vista y aptitudes naturales para la observación. El observador, deducimos, culmina su acto al satisfacer su curiosidad. En cambio el voyeurista, siempre insatisfecho, se mantiene firme en su puesto a la expectativa de nuevos hechos para observar. Hire parece no tener otros problemas urgentes que atender, ni tampoco hinchazón de los pies, siendo capaz de estar parado durante horas mirando fijamente todo lo que se puede ver y elucubrar a través de la ventana de su vecina, la bella Alice (Sandrine Bonnaire). Un relámpago ilumina la noche y ella se percata del rostro pálido de Hire apoyado en la ventana opuesta a la suya. A partir de ese momento comienza a mostrarse deliberadamente, cada vez que se desviste o durante las fogosas visitas de su novio Emile (Luc Thuillier). ¿Será sólo una táctica para contrarrestar la intromisión visual de Hire en su vida? Esto no es todo. También hay un detective de policía (André Wilms) que sospecha de Hire como el asesino que recientemente se ha cobrado como víctima una adolescente. El vecindario también cree que Hire es un degenerado, con lo cual se va configurando como culpable perfecto. Más que en las posibilidades de suspenso o en el misterio del caso, la película se centra en la personalidad de Hire, y salvo puntuales interludios de la joven pareja de novios, percibimos la trama a través de sus ojos. Tal vez por esa razón es que esta versión de "Les Fiançailles de M. Hire" (1933), novela de Georges Simenon, sea en todo sentido más suave que aquella de posguerra, Pánico (1947) de Julien Duvivier, en que el personaje de M. Hire era encarnado por un memorable Michel Simon. Dentro de esta suavidad, la película discurre con interés y ofrece varios hallazgos visuales. El director Patrice Leconte acierta en transmitir el universo perceptivo de su protagonista, no solo permitiendo el lucimiento de Michel Blanc, sino también desgranando las varias capas que cubren la complicada psicología del ser humano.

Fabián Sancho

sábado, 19 de diciembre de 2009

Pases dobles para "Sherlock Holmes"


Suscríbete hoy a godard! y gana un pase doble para la Avant Premier de Sherlock Holmes, la nueva película de Guy Ritchie con Robert Downey Jr. y Jude Law. Promoción válida hasta el jueves 7 de enero.

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jueves, 10 de diciembre de 2009

Ya Salió Godard! N°22: Puntos de Venta


La revista trimestral de cine anuncia la salida de su vigésima segunda edición. En esta ocasión ofrece un ranking con los mejores estrenos del 2009 y un especial sobre “La Isla Siniestra” de Martin Scorsese.

Luego de tres meses de espera, reaparece godard! con una edición cargada de novedades. Como es habitual, la portada está reservada para un próximo estreno de la cartelera local, en este caso La Isla Siniestra, el nuevo filme de suspenso dirigido por Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo DiCaprio.

La presente edición está especialmente dedicada a los mejores estrenos del 2009. Como es tradicional en estas fechas, los críticos de la revista participaron en una encuesta para elegir las 10 mejores películas estrenadas durante los últimos doce meses. El Matrimonio de Lorna de los hermanos Dardenne resultó la ganadora seguida de cerca por Enemigos Públicos de Michael Mann y Gran Torino de Clint Eastwood.

La sección Filmografía se ocupa de la filmografía completa de Robert Bresson, uno de los maestros más influyentes en la historia del cine. El autor de Pickpocket y Al Azar, Baltasar falleció diez años atrás, en diciembre de 1999.

Otras secciones de interés en godard! N° 22 son: Cine Peruano (balance del año), Interviú (entrevista exclusiva al director francés Patrice Leconte), Festival (crónica del Festival de Sitges 2009), Cine Español (el clásico mudo La Aldea Maldita), Centenario (James Mason) y Rincón Clásico (Errol Flynn), además de nuestras habituales secciones de Estrenos, Críticas y Librofilm.

La revista la pueden encontrarla en las principales librerías, kioscos y supermercados de Lima. Agradecemos de antemano su atención y difusión de esta buena noticia a través de su medio.


PUNTOS DE VENTA

Supermercados
Wong, Metro, Tottus.

Librerías
Zeta Bookstore, Crisol, La Familia, Contracultura, La Casa Verde, Época, Café Britt, librería PUCP.

El Cinematógrafo de Barranco
(Pérez Roca 196- Altura 4 Av. San Martín – Barranco).

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lunes, 30 de noviembre de 2009

Presentación de Godard! N° 22 con "La Chica del Puente"


La revista de cine godard! los invita a la presentación de su edición N° 22, la misma que se realizará en el auditorio del Centro Cultural de España el jueves 10 de diciembre a las 7 p.m.

La presentación estará a cargo de los directores de godard!, Claudio Cordero y Sebastián Pimentel, quienes dialogarán con el público sobre la cartelera comercial del 2009.

Al final de la presentación se exhibirá la película “La Chica del Puente” de Patrice Leconte. “La Chica del Puente” es uno de los trabajos más deslumbrantes de Patrice Leconte, director francés que recientemente estuvo en Lima y fue entrevistado por godard!

Agradecemos de antemano su atención y difusión de esta buena noticia a través de su medio.

Presentación de godard! N° 22
Conversatorio sobre la cartelera comercial 2009 y función de “La Chica del Puente”
Jueves 10 de diciembre. 7pm.
Auditorio del Centro Cultural de España (Av. Natalio Sánchez 181, Santa Beatriz)
Ingreso libre.

viernes, 13 de noviembre de 2009

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martes, 20 de octubre de 2009

Lo Mejor de Godard! N° 21 : Día 8

Crítica: Tríptico Elemental de España

José Val del Omar (Granada 1904, Madrid, 1982) es un director que pide una presencia activa del espectador. Val del Omar se pasea entre lo lúdico y lo onírico y experimenta formas para interpretar los símbolos y el collage de imágenes superpuestas y que, junto con él, se pueda armar el rompecabezas para entender un sustantivo: España.


Así, vemos desfilar en los tres cortometrajes – la primera es Aguaespejo Granadino (1953-55), a la segunda la llamó Fuego en Castilla (1958-1960) y al último corto lo acuñaron Acariño Galaico (1961) – pasajes que la cultura y la tradición imponen como fuertes raíces. Todas estas aguas de imágenes desembocan en lo que Val del Omar llamó Tríptico Elemental de España.

De esta forma se construye una torre peninsular armada de forma visual e intermitente. En Aguaespejo Granadino observamos que la carga de imágenes religiosas es el imponente sentimiento de fe del pueblo español hacia el catolicismo. La efervescencia de cogerse a ella. O el prejuicio de la religión en los destinos conservadores que estancan a una nación. Un hombre-barro, un ser que despierta, que parpadea un nacimiento como un big bang de carne y hueso, que estalla contra un costumbrismo inalterable. Idiosincrasia.

Contexto: décadas 40 y 50. España siente en su vientre los efectos de una guerra civil absurda. ¿Absurda? Como si hubiera alguna guerra que se jacte de guardar lógica. Sin embargo, a pesar del contexto adverso –Franco a la cabeza de la península, tiempo difícil, tiempo de ocaso artístico, pero que, como sabemos, en tiempos de opresión brota el ingenio y la creatividad– apareció José Val del Omar para imprimir el cine experimental español que, por desgracia y apatía que siempre conspiran, no tuvo ni tiene seguidores.

Tríptico Elemental de España roza la poética visual donde el aire, fuego y tierra son las temáticas como fuentes gravitantes de inspiración para José Val del Omar. Un recorrido por la historia española que con fuertes implementos tecnológicos para la época, Val del Omar supo entregarnos un tríptico hecho de imágenes y sonidos notables. (Héctor Vargas)

sábado, 17 de octubre de 2009

Lo Mejor de Godard! N° 21: Día 6

Perfil: Bob Dylan


Joan Baez diría muchos años después que sabía que aquel hombre que lo acompañaba a los festivales de folk de la década de los 60 se convertiría en una leyenda. Dicen que fue ella quien lo hizo subir a los escenarios de Newport. Y Bob Dylan hizo de la predicción un futuro. De aquellos años cuando rascaba la guitarra y alternaba su voz y su armónica, los seguidores de Dylan añoran las míticas canciones de protesta. “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” se convirtió en el himno pacifista durante la guerra de Vietnam.

Su música tiene los misterios de la poesía. Llevó la Literatura a los sótanos iluminados del rock e influyó (e influye) en las distintas generaciones que lo precedieron. Por eso, el director de cine Martin Scorsese diría: “Bob suena como si sus canciones tuvieran 300 años pero hubieran sido escritas ayer. Lo más importante de Dylan es la poesía que hay en sus canciones, que trascienden su propia música”.

Pero la sinceridad también tiene sus frutos no tan deliciosos. Acaso tienen un sabor agrio pero que vale la pena disfrutarlo. Y fue así que Capote, el genial Truman Capote, señalaría a Dylan como un farsante, alguien calculador que sabía a donde llegaría a costa de engaños y oportunismo. Pero conozcamos las palabras del autor de “A Sangre Fría”: “Siempre he pensado que Dylan era un farsante. Desde luego no es un muchachito que canta canciones líricas. Es un oportunista que quiere hacer carrera y sabe muy bien dónde va. Además, es un hipócrita. Nunca he comprendido por qué le gusta a la gente. No sabe cantar”. Dylan también tiene seguidores famosos.

Por esa carga poética en las letras de sus canciones ha sido nominado en reiteradas oportunidades al premio Nobel de Literatura con el pesar de intelectuales académicos. Fue así que le otorgaron el premio Príncipe de Asturias en 2007 donde el jurado le otorgó el premio por ser el “faro de una generación que tuvo el sueño de cambiar el mundo”.

Qué mejor que cerrar estas líneas con las mismas palabras de ese vasto sustantivo llamado Dylan: “Yo sólo soy Bob Dylan cuando tengo que ser Bob Dylan. La mayor parte del tiempo quiero ser yo mismo. Bob Dylan nunca piensa sobre Bob Dylan. Yo no pienso en mí mismo como Bob Dylan. Es como dijo Rimbaud: Yo soy el otro”. (Héctor Vargas)

¿Dónde verlo?

Bob Dylan: Dont Look Back
Viernes 23
9:30 p.m.
El Cinematógrafo de Barranco

viernes, 16 de octubre de 2009

Lo Mejor de Godard! N° 21: Día 5

Crónica: Monterey Pop

Monterrey Pop fue un emblemático festival musical del “verano del amor” que albergó a la contracultura sesentera. Este festival, retratado por el pionero del rockumental D.A. Pennebaker, muestra la algarabía con la que la gente disfrutaba, pero, especialmente, se ostenta la música de estos artistas que aún persiste y se niega a morir. El festival fue escenario de figuras tan representativas como The Mamas and The Papa y Otis Redding, que hicieron delirar al ruidoso y emocionado público.

La sala de cine del Centro Cultural de España reflejaba la nostalgia de la generación de los sesenta que aplaudía incesantemente al ver a Jimi Hendrix contorsionándose en el piso o a Pete Townshend romper una guitarra. Jóvenes y no tan jóvenes se asombraban luego de los excelentes gritos de Janis Joplin, mientras otros tomaban fotos o silbaban cual concierto. Jefferson Airplane también hizo lo suyo con “Today” y “High Flyin' Bird”. El soul de Otis Redding puso a mover los pies de la vieja escuela presente para luego empapar los ojos de los más sensibles. Impresionable fue ver a la monumental Mama Cass deslumbrarse con una de las mejores performances del festival: Janis Joplin.


Monterrey Pop fue un lugar donde nuevas y no tan nuevas generaciones compartían y convivían durante tres mágicos días. Así lo muestra Pennebaker enfocando los inocentes rostros de pequeños hippies. Fue el punto de partida para otros grandes conciertos al aire libre y el despegue de grandes grupos.

Tras finalizada la función pude obtener las impresiones del agitado gentío sonriente. Estas personas coincidieron en algo, eran conocedores, y muchos de ellos fans, de Jimmi Hendrix, The Who y de otros pocos más, pero gracias a este documental, del que muchos no tenían idea, ampliaron sus gustos musicales.

Pennebaker logró, gracias a Monterrey Pop, trasladarnos al delirio del “flower power”. Muchos no dudaron en entonar sus canciones preferidas y poco faltaba para que algunos otros comenzaran a bailar. Sin duda, todo tiempo pasado fue mejor. (Lorena Roque)

¿Dónde verlo?

Viernes 30
9:45 p.m.
El Cinematógrafo de Barranco

martes, 13 de octubre de 2009

Lo Mejor de Godard! N° 21: Día 2

Crítica: Julien Donkey-Boy

Nadie que se precie de ser honesto –sinceramente hablando- puede no estar loco. Korine, ese joven y escuálido director, construye este film como una alegoría a la honestidad registrando visualmente escenas cotidianas, y no tanto, en el perfil del protagonista de Julien Donkey-Boy (1980). Si Hamlet alguna vez se planteó su duda ontológica desde la locura creíble, Julien no se hace problemas; es honesto a costa de todo o a pesar de todo, to be at all, que además de ser un "loco buena gente" sufre un leve retardo mental. Tiene el perfil ideal, físico incluso, del retardado que actúa con una belleza y naturalidad mientras un hilo de baba invade la pantalla.


La honestidad sólo puede ser admitida desde quien no tiene complejos para aceptarse, sin que los demás lo vean así necesariamente, tal como es. Julien es el hijo retardado de un padre castrante (interpretado magistralmente por Werner Herzog) que lo humilla constantemente cuando recita su poema -"Día caos, noche caos, vida caos, noche caos..."- y obliga a flagelarse cuando reta a su padre a saber quién es el idiota. Tiene una hermana que hace patinaje sobre hielo, que no habla, toca el arpa y está embarazada. Tiene un hermano obsesionado con ser un campeón de lucha que entrena sobre las escaleras de su casa y es humillado constantemente por su padre tratándolo como un cobarde. Nadie en esta casa está en sus cuatro cabales, nadie tampoco renuncia a ser quién es. Nadie deje de asumir el rol que le corresponde.

La vitalidad y credibilidad de la película de personajes tan disímiles y raros radica en la forma en que Korine los filma, desde el registro de cámara en mano en escenas cotidianas hasta las tomas más académicas grabadas con una belleza impecable (la hermana caminando por un trigal con una luz fortísma en la que sus rulos se entremezclan con el paisaje, el padre bailando una extraña polca con un máscara antigas, la saturación de colores de la escena final de la bailarina, entre otras). Esa extraña dualidad de cotidianidad y belleza pictórica, el intercambio secuencial y la edición impactante de este film genera en el espectador, frente a escenas patéticas y absurdas, una simbiosis de belleza que no deja de sorprendernos y enternecernos. En los diálogos sin sentido de Julien, en las canciones que entona, en los guiños irónicos que produce a esta sociedad rutinaria, radica la belleza, ternura y honestidad de Julien Donkey-Boy. Porque "berdad es velleza". (Jorge Castillo)

sábado, 10 de octubre de 2009

Lo Mejor de Godard! N° 21: Día 1

Perfil: La Vida Exagerada de Harmony Korine

Larry Clark, director de cine, le había pedido que escribiera una historia sobre su niñez y lo que hizo Harmony Korine, con la osadía de la sinceridad, fue un guión que refleja el mundo de una juventud decadente donde el shit y el fuck son lanzados en cada frase, la droga es como el pan del desayuno, la muerte, un escalón más de esas vidas que se burlan de ella; el sida, un juego poco peligroso y nada temido. La película se llamó Kids, como una forma de preservar lo que por sus actos les fueron arrancados: la niñez.

Con 22 años Korine ya sabía lo que es llevar su firma como guionista. Pero en el ámbito de la cinematografía los guionistas son irrecordables y poco estimados. Dos años después del guión de Kids, escribe Gummo (1997), su ópera prima. Si pretendemos responder a el “de qué se trata” Muchos tendrían complicaciones al balbucear una respuesta convincente pues Gummo es una película surrealista que roza el cine-documental donde los personajes, antes de escenificar una buena actuación, son acosados por la cámara que los sigue. Está presente la drogadicción, violencia, maltrato a los animales, homosexualidad…



El mismo Korine diría: “En ocasiones, puedo obtener las imágenes para mis historias de los lugares más recónditos de mi subconsciente y no me cuestiono sobre ellas, ni me peleo con ellas, simplemente las dejo salir”.

En 1999 hace Julien Donkey Boy, película que, en muchos espectadores, puede causar irritación. Trata el tema de la esquizofrenia en una decadente familia que se resiste a vivir con un miembro que lo padece. Luego de ésta Harmony Korine se sumerge en depresiones causadas por la heroína y circunstancias extremas como ser cómplice involuntario del incendio de su casa. Por esta dependencia a la droga terminaría internado en una clínica de rehabilitación en Francia. Mientras tanto, los seguidores de Korine esperarían casi una década. “Me fui hundiendo más y más hondo en un lugar tenebroso y, para ser honesto, el cine era en lo último en lo que pensaba. Ni siquiera sabía si sobreviviría. Mi sueño se había evaporado. Estaba enfermo”.

En 2007 vuelve con Mister Lonely. Una historia sobre las vidas de los imitadores. Korine se concentra en simbolizar la propia existencia de estas personas que, debajo del velo que impone el oficio, trata de mostrarnos sus propias historias.

“Yo he estado haciendo películas desde que era virtualmente un niño y todo fue siempre muy fácil”. Esa promiscuidad que tuvo de pequeño en querer cambiar las imágenes que le llegaban de golpe en películas es lo que muchos años después convirtió en destino. (Héctor Vargas)

¿Dónde verlo?

Lunes 12
4:30 p.m. Julien Donkey-Boy
Centro Cultural de España de España

Jueves 29
8:10 p.m. Gummo
El Cinematógrafo de Barranco

Viernes 30
8:10 p.m. Julien Donkey-Boy
El Cinematógrafo de Barranco

Sábado 31
7:45 p.m. Mister Lonely
El Cinematógrafo de Barranco

* * *

Crítica: Gummo


Gummo
es el primer largometraje dirigido por Harmony Korine, cuyo comienzo en el mundo cinematográfico se dio como guionista en la película Kids.

Desde la primera escena, Korine nos ubica en el particular universo de Xenia, Ohio, un pueblo al que a nadie le gustaría considerar su hogar. Años atrás, el pueblo fue devastado por un tornado dejando casas destrozadas y personas desaparecidas. Este desastre natural parece haber trastocado la realidad física del lugar y remarcar la marginalidad de sus habitantes, quienes viven rodeados de un gran nivel de violencia y desesperanza.

Gummo no posee una trama estructurada que integre a la película como un todo, ante ello gira en torno a fragmentos de las vidas cotidianas de sus personajes, que al momento de ser enlazados en los 88 minutos de duración de la película, nos brindan una mirada impactante a una sociedad estadounidense pocas veces retratada. Es la vida de un grupo de adolescentes marginales, oscuros y nada atractivos; que solamente se dedican a matar el tiempo y no aspiran a más que eso. En Gummo encontramos temas que son considerados tabú como la homosexualidad, el incesto, el racismo o la eutanasia. Pero estos tópicos poco convencionales son tomados de forma fría y natural por los personajes, a los cuales resulta normal una vida donde matar gatos y venderlos a repartidores de comida es considerado un respetable trabajo de medio tiempo, es esta forma de enfrentar eventos poco convencionales con total naturalidad lo que da un toque cómico a la película.

Con respecto al lenguaje visual, este es crudo y provocador como las historias que se nos presentan. Por momentos pareciera que nos encontramos frente a un filme casero o un documental que ha sido grabado de forma improvisada. Ello realza la idea de que no estamos frente a actores o una representación cinematográfica, sino que nos estamos introduciendo a la vida de personajes que verdaderamente existen.

Finalmente, antes del comienzo de la presentación se nos advierte que esta es una película que no busca complacer al espectador y que puede resultar chocante para muchos. Pese a ello, para gran parte de la audiencia Gummo resultó interesante y atractiva como propuesta, especialmente por mostrarnos una gama de personajes que nunca está presente en el cine comercial y por recordarnos que lo incómodo y desagradable también pueden ser componentes de una buena película. (María del Pilar Grados)