Desde Argentina, los corresponsales habituales de nuestra revista, Silvia G. Romero y Fabián Sancho, nos envían dos vistazos al XXV Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, uno de los certámenes más importantes de Latinoamérica. Un amplio y exclusivo material del blog de Godard!
"La calidad por sobre todas las cosas"
Por Silvia G. Romero
Corresponsal de Godard!
El "25° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata" cumplió su cometido. Único en su estilo, fue concebido con la certeza de ser un polo artístico imprescindible donde las nuevas tendencias conviven con gemas de décadas pasadas. Luego de pasar por distintas etapas de consolidación, el objetivo de llegar a esta "Edición de Plata" con una programación de calidad se hizo realidad. En palabras de su director, José Martínez Suárez, “un festival es representación vital del país que lo realiza, un sitio de encuentro". Pues bien, esta dinámica se notó en el interés de quienes participaron en las actividades especiales propuestas (presentaciones de libros, diálogos abiertos) y le dieron su "pulgar para arriba" al material seleccionado. Más autores se sumaron a la grilla de novedades, sin olvidar los "clásicos", y el intercambio productivo de regiones nucleadas en "Programa País". Si había expectativas, fueron saldadas con creces.
Somewhere de Sofía Coppola fue la película de apertura. Cercana a Perdidos en Tokio, esta road-movie del corazón sigue las tribulaciones de una estrella hollywoodense que debe asimilar el arribo de su niña. Casi silente, padre e hija vagan por hoteles y matan el tiempo improvisando juegos en un intento por sentirse familia. Algo parecido a lo que sucedía en Vírgenes Suicidas, donde un disco o un objeto adolescente estimulaban la comunicación con el otro. Sin embargo, aquí todo está destinado al fracaso. Con mohines pícaros y una complicidad forzada, Sofía presenta una comedia dramática con evidentes referencias a sus viajes de infancia y una banda de sonido que refuerza el peregrinaje de Stephen Dorff y Elle Fanning. Inspirada en Luna de Papel de Peter Bogdanovich, el esfuerzo diario de Johnny y Cleo por consolidar sus lazos afectivos se evidencia en un sinfín de detalles repetitivos. Rodada en un Chateau Marmont desapacible, la sensación de vacuidad puede despertarse en el más inocente gesto cotidiano. "Quería hacer algo simple, minimalista", expresó la directora, y lo consiguió. En melancólicas canciones, en un strip dance, sobre patines o nadando. Una aproximación ultra personal sobre el éxito y la fugacidad de la felicidad. Para dejarse llevar.
En la sección "Panorama", se destacó Poetry, del surcoreano Lee Chang-dong. Sin lugar a dudas, un ejercicio virtuoso sobre la indefensión civil en una apacible comuna. La historia de una anciana con problemas de alzheimer que se inscribe en una clase de poesía podría ser el punto de partida de un simple melodrama otoñal. Pero la meticulosidad narrativa del realizador conjugando este anhelo, y el suicidio de una menor tiñen de tonos oscuros la trama. Cuando se le preguntó sobre la elección de Miryang para Secret Sunshine, Changdong afirmó que "debe existir una razón por la cual debemos continuar viviendo en un lugar cruel". Pues bien, no hay obstáculos valederos para Mija (una interpretación magistral de la consagrada Yun Jung-hee) quienexperimenta distintos estadíos de la mediocridad vecinal para arribar a su objetivo inicial. A la manera de Shoei Imamura, quien proponía la naturaleza como espacio redentor, aquí, un intento de evasión se concreta en campos abiertos, puentes, parques, lugares donde el reparo está al alcance de la mano y la verdad siempre está cerca. En Poetry los opuestos son vitales (no casuales) y sirven para desnudar una sociedad trémula que castiga al inocente. Inspirada en hechos reales sobre una joven violada en una ciudad periférica, el título surge porque, según su director, era el único posible. Excelente conclusión.
Otra visión ‘desangelada’ en cuestiones humanitarias es la llevada a cabo por Mark Romanek en Never Let Me Go. Basada en la obra literaria de Kazuo Ishiguro, la adaptación al cine puede encontrar detractores: sin embargo, la efectividad de la transposición descansa en la evolución del relato hacia zonas inesperadas para el espectador. Un internado de niños es el punto de partida de un siniestro experimento científico. La casa Hailsham esconde secretos inescrutables para los protagonistas pero, en delicada progresión, asistimos a una mixtura de registros que crea un clima espectral en la formación victoriana de los infantes. Lo que empieza con una atmósfera acorde a una novela de Dickens o las puestas de James Ivory se va transformando en una pesadilla Sci-Fi, con detalles que bien podrían haber sido desarrollados por Philip K. Dick.
Así, un simple trueque de juguetes o una obra de teatro escolar cobran un sentido nuevo cuando la verdad llega. Más allá de la inquietante misión para la cual se preparan estos "donantes", lo cierto es que el planteo de un triángulo amoroso en el marco de un universo inusual no es paranada fácil y Romanek sale airoso de la partida. También las jóvenes promesas del cine indie (Carey Mulligan, Andrew Mulligan y Keira Knightley) han ajustado su tarea actoral con gestos mínimos y mucha sensibilidad. El manejo del suspenso y la atemporalidad son otros dos parámetros a considerar, aportando no sólo una macabra tensión del porvenir sino, también, una indolente lectura sobre los avances genéticos presentes. Estos seres ¿tienen alma o son simples ratones de laboratorio?. Al igual que en "¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas?", se impone una reflexión para meditar.
Una sorpresa en materia de cine con magro presupuesto, pero mucha creatividad, fue I.M. Caravaggio de Derek Stonebarger. En esta ópera prima, planteada omo una exploitation movie retro, nos adentramos en el mundo del conocido pintor italiano a través del desvarío de un joven estudiante que sigue su derrotero como un "copycat" del afamado artista. A la manera de un Báthory moderno, el seductor Ian se apropia de los pecados capitales de siglos pasados, con el frenesí propio de quien arma su propio búnker de perdición y nutriéndose de tres aseveraciones que preanuncian su destino fatal: "Soy un huérfano, soy un ebrio, soy un asesino". Con pocos elementos escénicos y el deambular por bulevares perniciosos, Stonebarger idea una biografía apócrifa con una impronta kitsch rediviva y tonos cromáticos que coquetean con los toques sanguinolentos esperados. Es inevitable el recuerdo de Crímenes de Pasión, de Ken Russell, donde el desquicio está a la orden del día. Ian es Ryan Eisler, en su debut para la pantalla, una suerte de Anthony Perkins del siglo XXI que desciende al abismo de sus propios límites éticos.
Lo que no esperábamos es que el elenco y equipo técnico de I.M.Caravaggio se hiciera presente en la sala, con su factótum oficiando de presentador. Algunos de los concurrentes reconocieron que el filme esconde cierto aspecto pedagógico vital para nuevas generaciones. Una opinión arriesgada pero compatible con el buen recibimiento de la obrita en cuestión, ya que su estreno mundial se produjo aquí, en Argentina. ¡Magnífico!
Otra ópera prima para remarcar fue The Sentimental Engine Slayer de Omar Rodríguez-López, fundador de la banda de culto The Mars Volta, que ha sabido captar adeptos a lo largo de su particular discografía. Prolífico como pocos, no era difícil imaginar que el cine podía concentrar su atención y aterrizó en tierra fertil, utilizando su ciudad de origen como punto de partida. En efecto, la acción se concentra en El Paso, Texas, un escenario desapacible y fecundo para dar rienda suelta a sus elucubraciones personales. Siempre se dice que los guionistas le escapan al "incesto", que pocos pueden plasmar con intensidad o imaginación esta problemática. Pero un reto de esta naturaleza implica una invitación al descaro para Rodríguez-López. Y así fue. Se adjudicó el rol principal, llamó a sus amigos cercanos y escenificó la frustación en la psicosis de Barlam, un chico esmirriado que ama en secreto a su propia hermana, con la carga cultural y religiosa que esto implica. Lo inexpresado, los rituales oníricos, el masoquismo latente; todo asoma con fuerza a través de diálogos nutridos de una sustancia poética perniciosa, lograda a través de versos inescrutables que refieren a la nocturnidad y la muerte. Junto con I.M.Caravaggio, dos piezas minimalistas de psycho-killers teenagers. Un hallazgo.
En las funciones de medianoche sobresalió Secuestrados de Miguel Ángel Vivas, donde una familia de clase acomodada se ve expuesta a un sinfín de ultrajes por parte de secuestradores que no dan respiro. Una película exclusivamente de "desarrollo" donde nadie espera lo que ciertas escenas exponen. La narración paralela y la pantalla dividida (a lo Brian de Palma) intensifican el salvajismo de una pandilla que no da tregua. Mucho, mucho efectismo que puede lastimar porque sí, pero cuyo "uso y abuso" se celebra. Vivas ha declarado que "este es un filme de acontecimientos donde el miedo absoluto se impone". Cualquiera diría que accionó el botón de pánico para lo cual nadie estaba preparado. Una debacle sistemática de gritos, jadeos, golpes, de meticulosa persistencia, sentando un precedente frente a productos locales previsibles como REC o El Orfanato. Si la intención era hablar del fenómeno global de los "secuestros express", la reflexión quedó hecha trizas por el frenesí de la brutalidad expuesta: un fino trabajo de hechos execrables que sacuden al cinéfilo más adocenado. Del trío familiar, se lleva mi sostenido aplauso Manuela Vellés. Su actuación presenta fases tan diversas que conmueve, sobre todo por la radicalización de su histérico comportamiento escénico. ¡Bravo!
En sintonía, Bedevilled (Endemoniada) no se queda atrás, aunque la privación de libertad acontezca en una isla donde los habitantes desconocen el término "civilización". Una mujer llamada Bok-nam es sometida a un trato cruel por sus pares, una situación que parece no tener fin hasta que llega al lugar Hae-won, una supuesta amiga de la infancia que puede ser la solución a sus problemas. Hasta aquí, se puede presuponer que una buddy movie está latente y que ambas se unirán para escapar de este infierno. Pero la pasividad de una alienta la impotencia de la otra. Y sí, Jang Cheol-soo utiliza el slasher para hablar de violencia de género, apelando al complot de los moradores para acallar a una perdedora de ley. Algo explorado en Angel of Vengeance pero con profundo aroma coreano. Otrora asistente de dirección del laureado Kim Ki-duk, este debutante sigue el rumbo de The Isle o Birdcage Inn, pero con menos refinamiento y un final inesperado. Si omitimos lo agreste, es "teatro de denuncia". Arriesgada.
Por último, vale una mención el rescate de realizadores australianos de los setenta y ochenta. A los celebrados Bruce Beresford, Peter Weir y Ted Kotcheff, se sumaron los menos conocidos Donald Crombie (Te Llamaré Caddie) y Fred Schepisi (El Canto de Jimmy Blacksmith). Una audaz retrospectiva que emociona por los títulos revisionados. Bien rotulada puede ser la clave de esta "Edición de Plata": la calidad y el valor del encuentro, por sobre todas las cosas.
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