Algunos críticos de cine han hablado y siguen postulando la necesidad de crear una “industria” en el Perú. Esa sería la condición de posibilidad para poder contar con mejores películas peruanas. Al no tener esa providencial “industria”, se justificaría el hecho de que la calidad promedio de nuestro cine se mantenga igual de pobre.
A esos críticos habría que recordarles que las industrias no se forman solamente por el apoyo de una inversión millonaria. El Neorrealismo italiano, el Cinema Novo brasileño, los nuevos cines de los sesenta y, para no ir muy lejos, el Nuevo Cine Argentino -que aparece a fines de los noventa- no se formaron porque de pronto cayó dinero del cielo.
Hay muchos factores que determinan el avance de una cinematografía. En Argentina, por ejemplo, se puede decir que una crítica de cine exigente y harta de películas complacientes -y no sola la “industria”- también tuvo un papel importante en el surgimiento del Nuevo Cine Argentino. A veces, una determinada época de ebullición cultural, como fueron los sesentas y setentas, prende la mecha. En tiempos más recientes, los fenómenos de renovación fílmica obedecen a factores más diversificados, como la democratización de la cultura cinematográfica en general, la cada vez más desarrollada proliferación de escuelas y universidades de cine, las nuevas tecnologías y medios de comunicación, el consumo personalizado y la globalización, etc., elementos que favorecen el surgimiento de cineastas con nuevas ideas.
La industria no lo es todo. Brasil cuenta con una industria cinematográfica infinitamente superior a la nuestra, pero, desde nuestro punto de vista, no podemos decir que su cine haya mejorado con relación al cine que hizo la banda liderada por Nelson Pereira Dos Santos y Glauber Rocha en los sesentas y setentas. Es al revés: ha crecido su industria, pero ha bajado el nivel expresivo. Las películas brasileñas más exitosas de los últimos años tienen un excelente acabado técnico, pero no creemos que sean muy creativas ni que tengan calado humano: son efectistas y miserabilistas. Ni el dinero, ni una quimérica industria, garantizan el avance de nada.
Si esperamos una mejora en el nivel del cine peruano, esta va a venir con una renovación generacional, a la llegada de nuevas ideas, no solo al aporte de más dinero. Paraíso, Octubre, Contracorriente, y sobre todo La Teta Asustada, asoman en el horizonte, y tiran por la borda, felizmente, modelos de hacer cine que fueron los que dominaron la situación cinematográfica del país en las últimas décadas. La modernidad y la vitalidad del cine, esa que Armando Robles forjó con sus primeras películas, vuelve a asomar tímidamente. Eso no significa que el cine peruano haya llegado a consolidarse. Más allá del mayor o menor valor que podamos darle a estos títulos, y de las reacciones triunfalistas y chauvinistas, reconocemos con satisfacción la llegada de nuevos aires y propuestas interesantes.
Este número queremos dedicarlo, precisamente, al hombre que más hizo por el cine peruano, en su lucha tenaz por una ley de cine y con sus propias películas: Armando Robles Godoy. Esperemos que este dossier sirva para reivindicar su legado cinematográfico y despercudirlo de la mezquina atención que siempre tuvo por parte de la crítica tradicional, establishment, status quo o como ella prefiera autodenominarse.
A esos críticos habría que recordarles que las industrias no se forman solamente por el apoyo de una inversión millonaria. El Neorrealismo italiano, el Cinema Novo brasileño, los nuevos cines de los sesenta y, para no ir muy lejos, el Nuevo Cine Argentino -que aparece a fines de los noventa- no se formaron porque de pronto cayó dinero del cielo.
Hay muchos factores que determinan el avance de una cinematografía. En Argentina, por ejemplo, se puede decir que una crítica de cine exigente y harta de películas complacientes -y no sola la “industria”- también tuvo un papel importante en el surgimiento del Nuevo Cine Argentino. A veces, una determinada época de ebullición cultural, como fueron los sesentas y setentas, prende la mecha. En tiempos más recientes, los fenómenos de renovación fílmica obedecen a factores más diversificados, como la democratización de la cultura cinematográfica en general, la cada vez más desarrollada proliferación de escuelas y universidades de cine, las nuevas tecnologías y medios de comunicación, el consumo personalizado y la globalización, etc., elementos que favorecen el surgimiento de cineastas con nuevas ideas.
La industria no lo es todo. Brasil cuenta con una industria cinematográfica infinitamente superior a la nuestra, pero, desde nuestro punto de vista, no podemos decir que su cine haya mejorado con relación al cine que hizo la banda liderada por Nelson Pereira Dos Santos y Glauber Rocha en los sesentas y setentas. Es al revés: ha crecido su industria, pero ha bajado el nivel expresivo. Las películas brasileñas más exitosas de los últimos años tienen un excelente acabado técnico, pero no creemos que sean muy creativas ni que tengan calado humano: son efectistas y miserabilistas. Ni el dinero, ni una quimérica industria, garantizan el avance de nada.
Si esperamos una mejora en el nivel del cine peruano, esta va a venir con una renovación generacional, a la llegada de nuevas ideas, no solo al aporte de más dinero. Paraíso, Octubre, Contracorriente, y sobre todo La Teta Asustada, asoman en el horizonte, y tiran por la borda, felizmente, modelos de hacer cine que fueron los que dominaron la situación cinematográfica del país en las últimas décadas. La modernidad y la vitalidad del cine, esa que Armando Robles forjó con sus primeras películas, vuelve a asomar tímidamente. Eso no significa que el cine peruano haya llegado a consolidarse. Más allá del mayor o menor valor que podamos darle a estos títulos, y de las reacciones triunfalistas y chauvinistas, reconocemos con satisfacción la llegada de nuevos aires y propuestas interesantes.
Este número queremos dedicarlo, precisamente, al hombre que más hizo por el cine peruano, en su lucha tenaz por una ley de cine y con sus propias películas: Armando Robles Godoy. Esperemos que este dossier sirva para reivindicar su legado cinematográfico y despercudirlo de la mezquina atención que siempre tuvo por parte de la crítica tradicional, establishment, status quo o como ella prefiera autodenominarse.